Nuestro artículo en la edición de mayo/junio de 2021 de la revista Ambition

COVID-19 y la nueva cara del mundo del trabajo 

El tema de la salud y el bienestar en el lugar de trabajo ha emergido en fechas recientes. Tanto es así, que muchas empresas creen que el asunto es misión cumplida. Unas cuantas manzanas por aquí, una sesión de bienestar por allá y voilà: el bienestar del colaborador deja de ser una asignatura pendiente. Y sin embargo, la realidad es muy diferente. Ahora bien, no estoy intentando descalificar la labor que han llevado a cabo las empresas para cuidar de su personal. Los cambios de actitud en los últimos años son bienvenidos, pero eso es apenas una pequeña pieza del rompecabezas. Pese a lo anterior, hace poco ofrecí un evento en la Cámara y la respuesta de las empresas puso de manifiesto que existe la voluntad de hacer esto bien. 

Aunque parezca una comparación extraña, se dedica menos tiempo y atención a la salud y al bienestar que al estado de resultados, la logística e incluso la capacitación y el desarrollo. Seamos francos: la mayoría de la gente ni siquiera pensaría en hacer ese tipo de comparaciones y de ser así, yo sé quién sería Goliat. En mi opinión, el tema de la salud y el bienestar siempre ha causado repulsión, lo cual desafía el sentido común, pues los intereses comerciales de las empresas a largo plazo dependen de ello. 

En el Reino Unido, predomina la economía de servicios, situación que se replica en Irlanda. La calidad de los resultados económicos de un país depende de la calidad del trabajo que desempeñan los colaboradores. Por lógica, para retener a los clientes y cerrar tratos es fundamental mantener un alto nivel de calidad a lo largo del tiempo. Acceder a socios empresariales confiables que entregan calidad en tiempo y forma, una y otra vez es lo que todo el mundo quiere. Pero ¿cómo se llega a ese punto? A través de los colaboradores.  

Para ponerlo de otro modo, en el sector de la aviación, se dedican cantidades industriales de tiempo y esfuerzo al mantenimiento de las aeronaves. Sin duda existen obligaciones en cuanto a la seguridad y, en mi opinión, ni al Sr. O’Leary le interesa aparecer en los periódicos en mucho tiempo. No obstante, la detección de una aeronave que no se encuentra en condiciones óptimas de vuelo producirá una reacción en cadena. Seguramente, las ganancias potenciales se verán afectadas y los costos se incrementarán mientras el avión se encuentra fuera de servicio para las reparaciones correspondientes. Para prevenir esos eventos, las aerolíneas invierten fuertes sumas en el mantenimiento de los aviones con la idea de evitar cualquier posible alza en costos y pérdidas atribuibles a aviones que no pueden volar. Si adoptamos esa mentalidad, invertir en el bienestar de los colaboradores con antelación para garantizar un desempeño sostenido ayuda a comprender más fácilmente el valor de la salud y el bienestar, así que es hora de empezar a pensar así. El beneficio que obtienen los empleadores es que su personal trabajará con mayor calidad durante períodos más largos y de modo más confiable. Desde luego, como con cualquier avión, es necesario mantener una estuctura de apoyo.

Evitar la pandemia de COVID-19 es como eludir a una manada de elefantes refugiándonos en una esquina. Sin duda, los efectos de la pandemia nos han obligado a ver nuestras prácticas laborales desde una nueva perspectiva. Lejos de disipar la presión con respecto a la necesidad de dedicar más atención a la salud y al bienestar, la COVID-19 vino a crear mayor apremio. En Irlanda del Norte, la Administración Pública está considerando propuestas de teletrabajo, mientras que Hughes Insurance y otras empresas de servicios financieros en el Reino Unido ya han dado ese paso. Revolut, por ejemplo, una empresa internacional, incluso está considerando el plan de permitir a su personal trabajar en el extranjero dos meses al año. Los tiempos están cambiando y el aumento del teletrabajo plantea nuevos desafíos que debemos tomar en cuenta. El estrés, el acoso, el exceso de trabajo y, aunque parezca mentira, la falta de trabajo, son perjudiciales para la salud de los colaboradores hasta el punto de causar la muerte. Ahora que cada vez más y más gente trabaja desde casa, estar al tanto de esos síntomas se complica. Se acabaron los signos obvios que saltan a la vista cuando trabajamos junto a alguien. Ahora en lugar de eso, nos quedan las videollamadas y las aplicaciones de mensajería instantánea. Tal vez los colaboradores estén invirtiendo menos tiempo en desplazarse. Quizás ahora almorzar es más fácil y económico. Pero al mismo tiempo, la gente ha perdido el contacto personal con sus colegas, está más aislada y corre riesgo de sentirse obligada a trabajar más tiempo, con menor eficiencia y en detrimento de su salud. 

Así que, efectivamente, debemos alejarnos de las culturas laborales que en fechas recientes han aparecido en primera plana, como la de Davy y Goldman Sachs. Sí, el teletrabajo ofrece ciertos beneficios, pero no es la panacea. Los empleadores deben estar más involucrados y conscientes de lo que su fuerza laboral piensa y siente. Y es igualmente importante que sepan cómo mejorar en ese sentido. Comer manzanas en el desayuno y hacer yoga en el almuerzo es maravilloso, pero se puede hacer más. En mi experiencia, la mayoría de las empresas se sorprenden al comprobar que con un enfoque adecuado sustentado en datos, es más fácil identificar la situación y resolverla. Y se sorprenden aún más al enterarse de que la inversión es muy pequeña en comparación con los beneficios potenciales: menos días de baja por enfermedad, mayor eficiencia y menor rotación de personal, por mencionar solo unas cuantas ventajas. Los colaboradores son el motor que impulsa las ganancias. Es hora de entender que contar con colaboradores más saludables puede traducirse en resultados netos más sanos.

– John Ryan, director general, Healthy Place to Work

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